El Chico de las Estrellas no es una novela al uso, y eso la
hace tan especial. Una obra que resulta una lección de vida.
En ella Chris Pueyo se calza las botas plateadas de El Chico
de Las Estrellas, y desde entonces, será el quien nos cuente la historia, su
historia.
“El Chico de las
Estrellas no era especialmente guapo, ni demasiado alto, ni tremendamente
gracioso, pero era la persona con más ganas de ser feliz que he conocido. Era
yo”
Toda la carga argumental se la cargará desde este punto El
Chico de las Estrellas a sus hombros y se sentará ante nosotros sus
duendecillos para contarnos que la vida hay que vivirla y que no siempre va a
ser fácil.
De su mano, y su preciosa narrativa, conoceremos los
pensamientos más profundos de este chico desde que es meramente un niño de cuatro
años, hasta quien es hoy. Iremos de su mano a descubrir el infierno que vivió
en “El pasillo de baldosas amarillas” y la alegría de poder ser él mismo en “La
ciudad de Nieve y Piedra”. Y si, a partir de este momento, los nombres
simbólicos tomarán una parte importante en la novela.
Puede que con El Chico de Las Estrellas no descubras nuevos
mundos, puede que no vivas aventuras ni que cabalgues el cielo a
lomos de un dragón blanco para salvar Fantasía; pero créeme, te hará volar. Las
historias que te va a contar las has vivido tú, las he vivido yo, y por
desgracia, las hemos vivido todos. Porque El Chico de Las Estrellas nos
cuenta su vida. Porque
es una realidad contra la que luchar. Los temas que trata esta novela son tan
amplios, que sería casi imposible enumerarlos sin olvidar alguno, por eso he
decidido centrarme en el que más ocupa: el bullying homofóbico y cómo hacemos oídos
sordos. Si, hacemos, porque por desgracia (y nos guste o no asumirlo) todos
hemos sido testigos en algún momento de este tipo de acoso, y por miedo o
desconocimiento, no hemos actuado.
“¿Tienes el valor de
ser tú mismo? Porque no hay cura para dejar de ser quien eres”
La manera en que Chris Pueyo trata este tema es simplemente
de obra maestra. Nos la expone como la realidad misma, y es que es la realidad
misma. La suya. Que alguien sea capaz de hacer como Pueyo y contar su
experiencia sin tabús (y que además sirva de denuncia) en una obra de narrativa
juvenil, es algo que siempre se agradece. Hay muchas obras sobre el bullying en
los pasillos de instituto, pero pocas las hay que además le añadan el matiz
LGBT. Y eso, iba siendo necesario.
La manera en la que Chris narra su experiencia es
desgarradora, no solo por su prosa valiente y fluida, sino por ser capaz de
plasmar todos sus sentimientos en palabras. Reconozcámoslo: no es fácil. Pero
además de plasmar sus sentimientos, logra que tú los sientas, tú que estás
leyendo esto, vas a leer El Chico de las
Estrellas y vas a sentir al Chico de las Estrellas. Vas a sentir su dolor y
su angustia. Y conseguir eso con palabras, no es tarea fácil. Por eso, Peter
Pan, desde aquí, enhorabuena.
Que esto nos sirva para recordarnos, que ahí fuera, en
nuestros institutos, situaciones como las del libro pasan a diario, y no
podemos hacer ojos ciegos a ellas.
A lo largo de las páginas, El Chico de las Estrellas
crecerá, y aprenderá aceptarse a sí
mismo. Aprenderá a aceptar su sexualidad, sus sentimientos e incluso, que
necesita ayuda para hacer frente a los elementos que le superan.
El Chico de las
Estrellas no defrauda. Sabes desde el principio que vas a encontrar un
libro que hace frente a la vida interior de un personaje, y es la prosa de
Chris Pueyo lo que hace que esta novela sostenga este punto tan arriesgado con majestuosidad.
Una lírica ágil y fresca, pero tremendamente emotiva, hacen que no quieras
soltar el libro hasta que hayas llegado al final.
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